Después de esto, lloré mucho mirando el sucio dinero ganado.
Lo contemple largo rato con los ojos llorosos.
Mi vida estaba siendo una miseria anteriormente, deseaba
tanto ser independiente, soñando alto, con la esperanza de que después de salir
de mi carrera, ir a la ciudad de las grandes oportunidades podría tener la vida
que tanto había soñado.
Hasta que me vi atrapada, sin comer, sin poder alquilar
algo. Poco a poco se van rompiendo los sueños, ves la realidad en tu cara y
busques un diferente camino, y por lo que vi no es un camino fácil.
Esta fue la primera vez que lo hice, y no sabía si volvería
a hacerlo. Me decían que la sensación de suciedad que sentías al principio se
iba pasando a medida que te adentrabas más en esta vida.
Yo me sentía muy vacía.
Por un largo tiempo un tipo me acosaba ofreciéndome dinero
por acostarse conmigo, lo que yo quisiese, y yo muy orgullosa, altanera me
negué por completo, hasta incluso lo bloquee de mi celular para que no siguiera
instigándome.
Era un tipo bastante mayor, unos 58 años, separado, adoraba
a las jovencitas. Al parecer estaba acostumbrado a cosas de este tipo, y muchas
deben haber aceptado impulsadas por lo bien que pagaba.
Y un día hoy, sucedió que me vi desesperada, y me contacté
con él, con mucha ansiedad, confusión lo llamé.
- ¡Hola! ¿Cómo estás?
- Hola, pequeña ¡Muy bien! Curioso que me llamaras, te
demoraste en pensar, siempre tuve la esperanza que aparecerías aceptando mi
oferta. ¿Cómo estás?
- ¿Qué te hace pensar que es por eso?
- ¿Para qué otra cosa me llamarías? ¿Para cotillear? Lo
dudo.
- Bueno, si es verdad. Te llame por esa oferta que siempre
me hacías. Estoy dispuesta.
- Huelo un poco la desesperación, y cuando huelo eso, creo
que el precio baja.
-Entonces, no. Adiós.
- ¡Espera, espera! Es una broma, pagaré lo último que te
había ofrecido. Tú lo vales, tienes unas tetas que me ponen muy duro.
-¡Aja! Me mordí la lengua para no decirle lo que pensaba,
que era un degenerado abusador de jovencitas.
-Ahora que me estás diciendo que quieres, tengo la pija a
mil. De hecho, la estoy empezando a sacar de mi pantalón para tocarla mientras
escucho tu vocecita dulce. Si tan solo vieras lo gorda y grande que es, te
relamerías.
-¡Sí, claro! Suspire.
-Entonces ¿Cuándo quieres?
-No sé, cuando tengas tiempo.
-No te noto muy alegre con la decisión que has tomado, pero
no necesito que estés tan dispuesta. Al final te va a terminar gustando esto
que has optado, y ganaras buen dinero. Si me gusta tu vaginita, puede que siga
pidiendo tus servicios.
- ¡Ah, sí claro! Tenía unas ganas tremendas de cortarle el
teléfono, y declinar de esta locura.
-Puedo hoy en la noche.
- ¿Hoy mismo?
-¡Claro! He esperado mucho por este momento, y pasa que está
noche estoy libre para ti, ricura. Tengo unas ganas locas de metértelo todo. Abrirte
bien la vagina y pasarle toda mi lengua hasta que sueltes todo ese juguito rico
que me encanta de las chicas. Quiero que me empapes la cara ¿Qué dices? Mi pene
está muy duro, hasta ya se puede apreciar en la punta el líquido.
-Lo haremos con condón.
-Puedo pagar más por hacerlo sin condón, bonita. Tengo todos
mis exámenes al día, te los puedo mostrar, y yo creo que tu estas limpiecita.
-No, debe ser con seguridad.
-¡Bueno, como quieras! Después querrás que te llene de
lechita, te pagaría un buen fajo de dinero por eso.
- ¿Cuánto?
- El doble de la oferta.
-¡Acepto! Me debes mostrar que estás limpio.
-¡Claro, claro! Ya vas a ver que te llenare completita. Estoy
como un grifo, tengo los huevos repletos. Hace tiempo que no me follo a una
chica, he estado muy ocupado.
- ¡Entiendo! ¿A qué hora?
- Te espero a eso de las 22:00 hrs, te envió la dirección en
un mensaje.
- ¡Ok! Nos vemos hoy a esa hora, espero la dire ¡Adiós!
Al poco tiempo me llego un mensaje con la dirección. Aun podía
arrepentirme, pero ya había decidido juntarme con el viejo asqueroso por una
suma estratosférica de dinero, que al menos me ayudaría en este mal momento, a
salir de unas cuantas deudas.
Me aliste, me puse ropa interior a juego, color rojo sangre,
el portaligas, el vestido corto y los tacos altos, una chaqueta larga que
cubriera mis pudores, y salí a tomar el metro.
Camino a casa del viejo verde, iba pensando, muchas veces al
abrir las puertas estuvo a punto de salir arrancando. Pensaba: la primera vez
me va a costar, solo la primera vez.
Tampoco pensaba hacerlo para siempre, solo era por apuro. Cogí
valor, bajé en la estación indicada e hice la caminata de la vergüenza hasta el
apartamento del tipo.
Era un apartamento de todo un piso, toqué el timbre, vi la
cámara observarme, y la puerta se abrió.
Entre, sin que nadie me recibiera, cuando a lo lejos veo el
humo de un puro, un vaso de whisky a las rocas en un posavasos, y de a poco voy
divisando la figura del viejo repugnante, que me recibe con una sonrisa larga,
prolongada, y un brillo en los ojos.
-¡Ven! Se golpea una pierna.
Voy dando pasos lentos.
- ¡Siéntese en mi pierna!
- Primero me pagas.
Me indico con un dedo un sobre en una mesita, lo tomé, lo guardé
en mi cartera.
- ¿Debo quitarme la ropa y ya?
-No, ven a sentarte en mi pierna.
Me senté en su pierna intentando hacer al menos una mueca de
sonrisa, el soltó el puro, y comenzó a acariciarme la cabeza.
- ¡Bien, Srta.! Me encanta tu carita, tienes una dulzura que
excita a cualquiera.
- ¿Podemos hacer esto rápido, por favor?
- Pague una suma tremenda por ti, lo vamos a hacer a mi
manera.
Me tendió la copa, yo la bebí al seco.
-Así puedes entrar un poco en confianza, y no ponerme esa
cara de amargada.
-Sírveme más.
- Ve a servirte tú misma, lo que quieras, cuanto quieras. Lo
que te haga sentir un poco más cálida.
Me dirigí al bar, no sin antes sentir una palmada sonora en
mi trasero. Tome la botella de whisky, me la empine y tome varios sorbos. Lentamente
comencé a sentirme más mareada, tome unos sorbos más y el viejo me llama
haciendo ademán a que tome asiento nuevamente en su pierna.
-¡Bien! Me pasa la lengua por el cuello.
Me quita la chaqueta de a poco, y me dice que me levante.
Me levanto.
-Ahora, tírate al suelo. Ponte en cuatros para mí.
Mire para todos lados, me tire al suelo y me puse en esa
posición.
- ¡Que lindas braguitas traes para mí, Isis! Ese es mi color
preferido. ¿Qué comes que adivinas? Abre tus piernas.
Le hice caso, y las abrí un poco. No me contentaba la idea
de tener que estar en esa posición.
Escuché el crujir de la silla, y sentí su presencia, su
respiración agitada. Se agacho, y comenzó a moverse lascivamente en mi trasero.
Poso una de sus manos en mis ligas y las tiro, luego de a poco fue quitándome
el vestido, y quede en ropa interior.
Su mano comenzó a palpar mi entrepierna. Mi cara era una
mezcla de asco y frustración.
-Necesito más alcohol, por favor.
Se levantó, me puso la botella delante, tomé varios sorbos,
y mi cabeza ya daba vueltas, sentí mis mejillas rojas por el efecto del
alcohol. Ya casi no sentía la indecencia que me producía, la repulsión.
El tipo nuevamente comenzó a mover su pelvis para adelante y
para atrás, sentía su enorme paquete en mi trasero. Paso una de sus manos a mi
sexo, me corrió un poco la ropa y lentamente empezó a introducir uno de sus
dedos gordos en mi clítoris. Lo estimulo por un largo rato, luego metió uno de
sus dedos en mi hendidura profundamente. Yo chille un poco al principio. El alcohol
se me había subido a la cabeza de un modo que sentía una confusión tremenda,
era una lucha interna por no sentir placer por esa repulsión de ser humano, y
un leve placer por el dedo en mi vagina.
- ¡Oh, te estas mojando, bonita!
Acerco su horrenda y velluda cara a la mía, me lengüeteo
gran parte de la cara.
-Tengo una lengua grande que con gusto te la voy a pasar por
tu zorra.
Bruscamente me bajo la ropa interior, se acostó en el suelo,
agarro mis caderas y bajo mi pelvis a su cara, comenzó a lamerme. Mis piernas
temblaban, miraba para todos lados sin saber qué hacer.
Soltó mi vulva un momento y dijo:
-En este momento puedes gemir de mentira, por favor.
Comencé a suspirar bajo, sentía su lengua en mi sexo, me
repugnaba. Presionaba con la punta en mi
hendidura. Luego, me subía y bajaba. Su lengua la podía sentir cuando me
bajaba.
Se salió y se levantó.
-Ahora date vuelta, quiero que te abras para mí.
Me di vuelta, abrí un poco mis piernas.
- ¡Ábrelas más!
Le hice caso y las abrí lo que más pude.
-Ahora pon tus manos en tu zorra y ábrela lo más que puedas
para mí.
Puse mis manos temblorosas, y abrí mi sexo.
Él se acercó como un gato a mirarla, paso un dedo y la
escupió.
Se hincó, y lentamente fue abriendo su cremallera, dejando
salir un arrugado miembro erecto.
Comenzó a masturbarse.
- ¡Ohh, mantente así!
Me sentía muy avergonzada mostrándole mi vagina tanto
tiempo.
La cara del viejo era grotesca, tenía la lengua afuera
mientras se pajeaba.
-Ahora quiero que lo chupes, debe estar bien mojado para que
no te duela tanto ¿No ves lo grande que es? Te voy a partir la zorrita,
pequeñita Isis.
Acerqué mi boca a su pene, pasé mi lengua.
-Quiero que me mires cuando me lo chupes.
Comencé a lamerle sin dejar de mirarlo.
-Me encanta esa carita de penita que pones. Si no es tan
malo.
Agarro mi cabeza y me incito a meterlo todo en la boca,
comencé a chupar sin dejar de mirarlo como me había indicado.
-Que boquita tan calentita, vas a hacer que me corra en
ella. Pero ese no es el plan. Mi idea es llenarte la zorrita de leche, que te chorree
por tus lindos muslos. Mientras decía eso acariciaba mi cabeza, y me empujaba
más.
Quito su miembro de mi boca, se acostó con su horrendo pene
erecto.
-Ahora me vas a cabalgar.
Me subí, y el brusco lo metió completo, sentía que me hervía
la entrepierna. Me subía y bajaba mientras abría mis nalgas.
-Debes gemir, por favor. Aunque no lo sientas.
Comencé a gemir como un robot y sus penetraciones eran más
bestiales. Poso un dedo en mi trasero y presiono profundo en él.
-Esas tetas como saltan, acércalas a mi boca.
Las acerque a él, me mordisqueaba los pezones.
-¡Que ganas de arrancarte los pezones de un mordisco! Que zorrita
más apretadita, y ya está algo mojada ¡Me encanta!
Me clavo sus uñas en el trasero, y comenzó a convulsionar en
mi sexo como un enfermo. Su cara asquerosa tenía una mueca de satisfacción que
me hartaba.
Termino acabando, yo me levante de inmediato, busque mi ropa
interior, me puse todo muy rápidamente.
- ¡Ya está hecho!
- Mi beso de despedida antes, y te dejo ir.
Me acerqué, el tomo de mi cabeza bruscamente y me metió la
lengua hasta la garganta, pellizco mi trasero, paso su mano por mi sexo y me
golpeo las nalgas.
Tomé mis cosas, la cartera, el sobre estaba aún ahí, salí
rápidamente con mi vergüenza. Las lágrimas cayeron todo el trayecto del metro a
mi casa.
Sentada en mi cama, mire el fajo gordo de billetes, los
comencé a oler, a besar, a lamer, y a sonreír.
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